Este es el primero de los consejos dirigidos a pacientes de mi anterior publicación “Cuando tu terapeuta no escucha”.
Cuando llegas como paciente a la consulta, explicar qué te sucede es el primer gran reto. De hecho, si tuviera que decidir qué es lo más importante que has de lograr en una primera visita, sin duda sería poder relatar tu historia de forma completa y subrayando aquello que más te preocupa.
Tú no lo sabes, pero te enfrentas a múltiples dificultades para conseguirlo:
- El tiempo limitado de las consultas. Si tomas mucho tiempo hablando de tu historia a tu terapeuta, éste puede impacientarse, querrá cumplir con el tiempo de visita y temerá no ser capaz de hacerlo. Eso puede hacer que te pida que omitas información, que trate de acelerar tu relato o que te corte el discurso e inicie un interrogatorio con preguntas cerradas (aquellas que exigen respuesta tipo sí/no).
- La agenda de tu terapeuta (y el cansancio que representa). Si empiezas con retraso la visita probablemente tú también estés cansado e impaciente, mientras él también se siente presionado por su agenda y fatigado por los pacientes que ya ha atendido. Eso dificultará que se dé un clima óptimo para explicar tu historia y para la escucha.
- La formación de tu terapeuta y la “escuela” a la que pertenezca. En función de eso, tu terapeuta pondrá el foco en que relates sólo los síntomas, o en qué los definas, o pretenderá interpretarlos, y querrá más o menos pruebas físicas (analíticas, neuromiagen, consultas a otros especialistas, genéticas,…), o te pedirá datos de tu infancia, o insistirá en que presentes informes previos,… Según cual sea su enfoque, puede resultarte más o menos sencillo relatar tu historia.
- El número de objetivos de la consulta. Una primera consulta puede tener como objetivo únicamente hacer la entrevista clínica, o la entrevista y el diagnóstico, o la entrevista, el diagnóstico y solicitar pruebas complementarias, o todo lo anterior y además explicar e introducir tratamiento. Cuantos más sean los objetivos, menos tiempo quedará para tu historia. Si tu terapeuta tiene la agenda muy llena y no puede verte con asiduidad, probablemente pretenda hacerlo todo en la primera visita. Y eso sin duda restará (mucho) tiempo para que expliques tu historia.
- Las guías clínicas: cuando un terapeuta te visita lo primero que suele buscar es el “motivo de visita” para saber cual es la probable entidad diagnóstica que presentas. Una vez tiene una hipótesis, las preguntas pueden estar limitadas por los algoritmos diagnósticos propios de esa hipótesis. Y si no tiene la suficiente pericia, eso puede hacer que no realice preguntas importantes y tú omitas información relevante en la entrevista.
- Otros motivos: la personalidad de tu terapeuta, su estado anímico, factores de estrés de su entorno (pareja, hijos, conflictos laborales, problemas económicos,…) o su estado de salud son otros de los factores que tú desconoces pero que influirán en que el relato de tu historia resulte más o menos fluido.
Así que, aunque no lo habías pensado, es tu misión lograr que tu terapeuta te escuche y entienda que es lo que te pasa. Si lo logras, podrá poner todo su conocimiento y experiencia en que tú mejores. Y además, si consigues que tu historia le interese favorecerás que le suponga un reto y aumente su interés en tu caso.
Ahora puedes sentirte contrariado, y pensar muchas cosas como: “¿pero no soy yo el paciente?”, “si no quiere saber más, quizás no sea importante” “¿no debería saber él qué ha de preguntarme?”, “¿acaso no es un profesional?”. Y seguro que estás en lo cierto.
Y si decides no hacer nada distinto, si prefieres no seguir leyendo, seguro que cuando tengas tu visita recibirás un trato correcto y muy profesional.
Pero si piensas que esto trata de tu salud y que por ello merece la pena cualquier esfuerzo, si quieres ser un activo en tu recuperación, si quieres hacer algo que aporte valor a tu tratamiento, puedes seguir leyendo.
- Utiliza tus propias palabras para contar la historia. Si utilizas términos psiquiátricos, aunque creas que ayudas a tu terapeuta, puedes confundirle. Quizás lo has leído y crees que te define bien u otro profesional te lo ha dicho antes. Seguramente tú crees que le estás poniendo las cosas fáciles a tu terapeuta, pero no suele ser así.
- Descríbelo con sencillez, “como si se lo explicaras a tu abuela”, sin pensar en lo que le interesa a tu terapeuta. Eso le dará más información sobre ti y hará que tu discurso sea mucho más rico en detalles.
- Asegúrate de explicar aquello que más te preocupa. Explica aquello que ha hecho que vayas a visitarle precisamente en ese momento. Eso seguramente ayudará a tu terapeuta a conocer el motivo principal de tu visita.
- Vuelve a empezar la historia si ves que no está quedando suficientemente claro o que la entrevista se está desviando y habéis dejado de tratar lo que te ha llevado a la consulta.
- Si no entiendes por qué te hacen una pregunta, pregúntale a tu terapeuta. Si no te hace una pregunta que tu crees importante, díselo y explícales lo que te pasa.
- Si te interrumpen, interrumpe. A veces pueden interrumpir tus explicaciones o exigirte una respuesta de tipo sí o no que te impide continuar tu relato. Hay varias estrategias que puedes contemplar, siempre siendo cortés con tu psiquiatra. Una opción es contestar a la pregunta que te hace y añadir una coletilla con los detalles que a ti te parecen importantes. Por ejemplo “sí, sin ir más lejos el sábado por la mañana…”. Si eso no te fuera posible, puedes plantearle al terapeuta que no estás seguro de que haber podido explicarte bien, y pedirle que te permita completar tu historia una vez acabe de hacerte las preguntas que quiera. Hazlo con lenguaje claro, mirándolo a los ojos, con voz calmada y con cortesía y seguro que lo entenderá.
- Explica tu historia cronológicamente e intenta dar detalles como cuando sucedió, el ritmo con el que sucedió, cuando iniciaron los síntomas, su severidad o los cambios que presentaron. Esto aportará información valiosa a tu terapeuta y permitirá que no tenga que preguntarte después por ello
- No trates de recordar las fechas exactas, es mejor ponerlo en contexto de circunstancias vitales o del día a día. “Eso me sucedió después de que me echaran de la empresa…”.
- Dibújalo. Puedes hacer un esquema a modo de línea del tiempo, donde dibujas una línea horizontal que representa el tiempo y sobre la cual puedes describir tus síntomas y acontecimientos vitales, la intensidad, la repercusión,… Hará que tu relato sea más ágil y comprensible y facilitará que no omitas información.
- Escríbelo. Tu historia puede ser larga y complicada. Escribirla cronológicamente y entregársela a tu psiquiatra puede ser una buena idea que permitirá que no olvides explicarle cosas importantes.
- Si tus síntomas cambian con mucha frecuencia, puedes escribir un diario donde relates que qué te ha sucedido ese día, qué síntomas has tenido y cuando, de qué intensidad,… facilitará un mejor diagnóstico y un posterior seguimiento.
- Describe que impacto han tenido los síntomas en tu vida diaria. “No salía de casa, perdí mucho peso, me tuvieron que ingresar,…”.
- Enfatiza los síntomas que te hayan sorprendido. “Las cosas huelen mal, tengo una sensación extraña cuando,…”.
- Aporta informes de anteriores tratamientos. Facilitará que los antecedentes sean lo más precisos posibles.
- Comparte tus impresiones con tu terapeuta, pueden ser muy relevantes y aportar pistas para tu diagnóstico. “Yo creo que empeoré cuando cambié de trabajo…” o “cuando me pusieron esta medicación repentinamente dejé de dormir y me puse muy irritable”.
- Si estás especialmente preocupado por un diagnóstico, pregúntale a tu psiquiatra, él podrá sacarte de dudas. “Tengo una amiga que siempre me dice que soy bipolar, ¿no será ese mi diagnóstico?”
- Y por último, es muy importante que no te vayas de la consulta sin explicar tres cosas a tu terapeuta:
- Explicarle los antecedentes más recientes: visitas a urgencias, ingresos, enfermedades menores,…
- Explicarle si han introducido nuevos tratamientos o han cambiado dosis.
- Explicarle si ha habido cambios en tu estilo de vida: rupturas, aumento del consumo de alcohol, mudanzas, cambios laborales, estrés,…
Para concluir, os propongo un ejercicio muy interesante: entrevistar a un paciente con el objetivo de obtener una historia completa con la única limitación de no poder hacer preguntas.
Aceptamos aquellas preguntas informales que permiten llevar a cabo una conversación cortés y también preguntas abiertas que animen al paciente a dar más información, de tipo “cómo” y “por qué”.
Este ejercicio, a priori parece complicado, pero puede llevarnos a realizar entrevistas excelentes en las que el paciente pueda relatar aquello que le importa.
Si vemos que omite algo importante, siempre podemos introducirlo sin elaborar la pregunta, por ejemplo “algunos pacientes que se sienten tristes y solos como usted describe, a veces dejan de cuidar su propio aseo, pierden mucho peso,…”. Si a nuestro paciente no le sucede eso, seguro que rápidamente lo descartará “no doctor, yo no estoy así”. En cambio, con una pregunta cerrada “¿ha perdido peso?” la respuesta puede ser que sí pero su validez será mucho menor.
En próximas semanas seguiré desarrollando los distintos puntos tratando de profundizar en un nuevo modelo de relación entre profesionales y personas.
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